Nostalgia es lo que evoca el nombre del más reciente libro de Carlos Sánchez: aves de paso. Al igual que la canción popular de las golondrinas, hay un adiós constante en los cuentos que nos ofrece el escritor. Una presencia implícita de lo que pudo ser o fue: no hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió, dice Joaquín Sabina en una de sus canciones.
Los cuentos, escritos en primera persona, evocan en su totalidad la vida, eso llamado permanencias en la historia; porque la vida está constituida, en mayor parte, de historia, de pasado. ¿Qué haría el hombre sin ella? Carlos repasa, no sin añoranza, el amor como un hilo conductor de los pasos que seguimos todos en esta constante existencia. Los cuentos tienen en su primer discurso el amor, entendido éste como deseo, como filial, como platónico; pero es en su segundo discurso, dentro de los mismo cuentos, que aparece el conducto sostenido por la trama: Nostalgia. Me atrevo a afirmar que todos ocultamos algo en esa palabra. Todos añoramos un tiempo, una forma; un volver a ese momento en donde guardamos una porción de nuestra humanidad. Pero no sólo es esto, que acabo de mencionar, lo que esconden los cuentos de Carlos Sánchez, sino en su tercer discurso se devela el tema más implacable: el tiempo. Éste, oculto en las narraciones como un simple pasado que transcurre a cada momento en la mente de los personajes, acentúa su marcha en eventos significativos que le dan corporeidad a los sucesos, haciendo aún más melancólica la narración. Allí radica gran parte de la importancia de aves de paso. Uno pondera la añoranza en la pérdida o lo que nunca estuvo en su totalidad en nuestras manos. Tiempos pasados fueron mejores, dice el dicho. Es más que la fatal recurrencia del presente en la condición humana. El noventa por ciento de nuestra psique se construye desde el pasado, nuestra identidad como una condición de lo que somos.
Es justo decir, que la escritura de Carlos Sánchez tiene tintes propios, identificable por sí sola. Algo que no todos los escritores pueden lograr. Siempre, en la obra de Carlos, podremos encontrar los rasgos distintivos de la realidad que conoce, del entorno propio, sin necesidad de echar mano de la ficción: la realidad, pera este escritor, se cuenta por sí sola. Es aquí donde encontramos parte de su otro oficio: reportero. La crónica diaria tiene un matiz propio de cualquier obra de arte.
El oficio de escritor es un constante declinar de nuestra propia entidad a favor del entorno que nos rodea: la cocaína, la muerte, la violencia, el radio, el sueldo, el poder; cosificado este breve transcurrir sobre la tierra, uno no puede darse el lujo de autoengañarse para negar lo que tenemos en frente. aves de paso puede enmarcarse en el momento histórico de violencia, desempleo y abuso de poder que nos toca vivir: tiempos pasados fueron mejores, como ya he dicho; la eterna maravilla de lo que tal vez fue, en un país donde nada se cumple en su totalidad. Que mejor que leer un buen escrito, como el presentado aquí, donde devele ese estado permanente. Si uno fuera dueño del tiempo, si fuera Dios, otro gallo nos cantaría.
Instituto Tecnológico de Guaymas. Octubre del 2010. ¡2 de octubre no se olvida¡
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